Un viaje al fin del mundo
Lo sentimos, pero los romanos estaban (muy) equivocados, el cabo de Finisterre no es el final del mundo, y mucho menos el de Europa. El final del mundo europeo se encuentra en Islandia, en la península Vestfirðir, en Látrabjarg, al noroeste del país. Os sonará a chino –bueno a islandés-, pero este lugar es un paraje desconocido, salvaje y natural a partes iguales.
Pero no solo este lugar de belleza sin igual es característico por eso. La playa de Raudisandur es toda una maravilla, caracterizada por sus arenas rojas, de ahí su nombre ‘Playa roja’ en castellano. Lo característico de Islandia, como muchos sabréis, son las costas de arena negra por su carácter de isla volcánica. Sin embargo, en la zona de los fiordos del oeste, sus playas son doradas o rojizas, ¡Una delicia! La Raudisandur se encuentra a 10 kilómetros de los acantilados –nada lejos siendo el fin del mundo-. Muchos optan por ir paseando haciendo senderismo, otros por ir en coche por las sinuosas –y sin pavimentar- carreteras del enclave.
Si por algo es característica la zona es por sus maravillosos fiordos que, nada tienen que envidiar a los de Noruega. Por ejemplo el Breiðafjörður, al que se puede llegar fácilmente en ferry. Este fiordo tiene 125 km y 50 km de ancho, es uno de los más grandes de Islandia –de ahí su nombre, Breiða ancho, fjörður fiordo-.
Los pueblos de la Península Vestfirðir tampoco se quedan atrás. Caso de Djúpavík, una pequeña villa a orillas de una cascada gigantesca. Sus verdes, marrones y –ya en invierno- blancos, harán las delicias a más de uno. ¿Lo más característico? Su buque insignia –literalmente- es un barco oxidado en una de sus orillas, carcomido por el paso del tiempo que lo confiere una aura mística y bella a partes iguales.
Los fiordos del oeste son un sitio interesante para bucear en el pasado geológico, volcánico y natural de Islandia, así como para disfrutar de la atalaya más alejada al oeste.
Y vosotros ¿Os atrevéis a contemplar el final del mundo?