El corazón de piedra de Reykjavík (II)

Continuamos con las historias detrás de las estatuas de la capital de Islandia. Esos seres de piedra que decoran silenciosamente los parques de Reykjavík. Hoy la cosa va de colonizadores. Comenzamos con la siniestra colina de Arnarhóll. Antes de 1764, la ciudad no disponía de prisiones. Si algún bandido asolaba Reykjavík, se veía obligado a ser encarcelado en Dinamarca, por lo que el gobierno debía pagar unos tributos por el servicio. Para ahorrarse las coronas, en 1757 los magistrados islandeses decidieron pedir permiso para ahorcar a sus convictos, pero la realeza danesa se opuso a la idea, por lo que mandó construir una prisión en la cima de Arnahóll.
Ya no quedan resquicios de la prisión y para apartarse de ese pasado oscuro, en 1924, Einar Jónsson, el escultor por excelencia islandés elaboró una estatua de Ingólfur Arnarson, el primer colono vikingo de la capital que llegó a Islandia alrededor del 874.
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Leif Eriksson El corazón de piedra de Reykjavík (II)
De la cárcel pasamos a la iglesia de rito luterano de Hallgrímskirkja. Con 74,5 metros, es el edificio más alto del país y las vistas desde su torre son impresionantes. Su nombre, casi impronunciable, proviene del poeta islandés Hallgrímur Pétursson, muy conocido por sus himnos religiosos. Frente a la iglesia nos toparemos con Leif Eriksson inmortalizado en piedra, hijo de Erik el Rojo. Más allá de ser un personaje digno de Juego de Tronos, se trata de uno de los primeros colonizadores islandeses, quien descubrió América en el año 1000 –sí 492 años antes que Colón-. La estatua fue elaborada por Alexander Stirling Calder, regalo de los Estados Unidos en 1930.
Por último, alejándonos de los descubridores, Magnús Tómasson decidió rendir tributo a los colonizadores de oficinas del Estado ¡Los burócratas! No sin poca ironía, esta original estatua, el Memorial al burócrata desconocido, se encuentra en frente del Iðnó Theatre. Representa a un hombre en traje con maletín.  Sobre sus hombros descansa una losa enorme de piedra sin esculpir. Una maravilla digna de foto.
El oficial desconocido El corazón de piedra de Reykjavík (II)
¡Seguro que se nos han pasado miles de estatuas! ¿Conocéis algunas con sus historias?